Sopocachi y los inicios de Isabel Allende
En 1953, la pequeña Isabel Allende Llona se enteró de que, por razones de trabajo diplomático, su padrastro, ella y su familia tendrían que viajar y vivir dos años en la ciudad de La Paz, Bolivia.
Partieron hacia el nuevo destino encabezados por Ramón Huidobro, el “tío Ramón”, como llamaba Isabel a su padrastro; se instalaron en el tradicional barrio paceño de Sopocachi, en una hermosa residencia en cuyo terreno hoy se levanta el edificio Da Vinci (en la calle Sánchez Lima casi esquina Rosendo Gutiérrez). Allí vivieron hasta 1955, para luego partir a Líbano, capital de Beirut. “Las primeras semanas fueron las más duras porque extrañaba a mi abuelo y la casa de Santiago.
Mamá entendía mi nostalgia y, en principio, me permitió pintar un mural en una gran pared de mi habitación donde expresaba todas mis sensaciones; sin embargo, después de unos días, me obsequió un cuaderno y me dijo que en lugar de pintar escribiera y que fuera un ‘Diario de viajes’. Desde aquel día no dejé de escribir nunca más”, afirma la prolífica escritora chilena nacida en Lima, Perú, un 2 de agosto de 1942.
Su padre, Tomás Allende, primo hermano del extinto presidente chileno Salvador Allende, era funcionario diplomático de Chile en la capital peruana. Su madre, Francisca Llona, “doña Panchita”, era hija de Isabel Barros Moreira y Agustín Llona Cuevas. En 1945, tras ser abandonados por su esposo, “doña Panchita” anula su matrimonio con Tomás Allende y regresa a Chile con sus tres niños a vivir en la casa de su padre en Santiago, donde los pequeños crecen al cuidado de su madre y del abuelo. Isabel Allende contaba por aquel entonces con tres años y algunos meses.
Vivir con su abuelo, Agustín Llona, fue fundamental en la vida y en la posterior obra literaria de Isabel Allende, como lo fue también para Gabriel García Márquez el coronel Nicolás Márquez. Es una influencia expresada, particularmente, en La casa de los espíritus (1982) y en Cien años de soledad (1967), respectivamente, por dos íconos del realismo mágico latinoamericano. Gratos recuerdos “Era una niña muy tímida y una lectora voraz. Recuerdo que mi tío Pablo me regaló la edición hispana de Obras completas de William Shakespeare, la cual llevé a La Paz y aún hoy conservo. También me obsequió una linterna, con la que solía leer de todo debajo de la sábana, ya que mis padres nos marcaban una hora para dormir”, recuerda la reciente ganadora del Premio Hans Christian Andersen de Literatura.
En La Paz, “tío Ramón” dejaba en el colegio Americano a Isabel y la recogía su madre, “doña Panchita”. Isabel Allende admite que en primaria nunca fue buena alumna en matemáticas y, más adelante, en secundaria, tampoco en física y química. ”En La Paz hice buenos amigos en colegio, pese a que era muy tímida. Aunque han transcurrido casi 60 años, el recuerdo más grande que tengo son las empinadas calles de Sopocachi y los paseos que en familia solíamos dar por ese gran mirador, ¿cómo le llaman?, ah’ El Montículo, donde quedaba como petrificada observando un nevado tan hermoso, ¡el IIlimani!”, expresa, luego de pedir referencias que le permitieran acordarse de ambos.
Isabel Allende no pudo recordar la ubicación de su casa en Sopocachi y sólo atinó a decir que era de tres plantas y estaba próxima a una plaza (presumimos que se refiere a la plaza Abaroa), donde jugaba con sus hermanos luego de cumplir con los deberes del colegio. Un amigo paceño de William Gordon, actual esposo de Isabel Allende, quien fue el nexo para lograr la entrevista con la escritora y el presente reportaje, afirmó que la casa se hallaba en la calle Sánchez Lima, a pocos metros de la calle Rosendo Gutiérrez, en el terreno que hoy ocupa el edificio “Da Vinci”.
En cuanto a la casa que habitó Isabel Allende en Sopocachi
«Estuvo ubicada en la Calle Sánchez Lima, entre las calles Rosendo Gutiérrez y Fernando Guachalla, en el barrio de Sopocachi. Construida a principios del siglo XX, por la estulticia de la administración municipal y el desapego ciudadano fue derruida a fines del ese mismo siglo
De singular diseño, la sobria elegancia de sus líneas la hicieron una joya que debió haber sido conservada y protegida.
Con una planta zócalo, en buena parte soterrada por la pendiente del terreno y destinada a usos de servicio, el acceso a la parte principal, la casa misma, era por una doble escalera convergente en la veranda abalaustrada, con canónicas columnas jónicas. El techo a dos aguas daba lugar a la segunda planta en la parte central de la edificación que, en el pórtico de su frente, recreaba con esbeltas columnas y ojivas de madera una de los más atractivas formas de la arquitectura victoriana» (Carlos Calvimontes Rojas).
fuentes: Página Siete; Emblemática muestra de la arquitectura victoriana en La Paz.
grabado: Carlos Calvimontes Rojas
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