Ensayo: Memoria colectiva y Cultura Escolar
El espacio como transmisor de cultura.
Estudio de caso: Colegio San Patricio en la Zona Sopocachi
Javier Andrés Claros Chavarría*, Sociólogo.
Cada espacio urbano posee una cultura particular que lo distingue de otros, cada escuela posee una cultura escolar que la distingue de otras. Existe una vida interna, una experiencia escolar que solo viven determinados individuos y grupos en espacios únicos. El ensayo, histórico y descriptivo, reflexiona sobre la construcción de la cultura escolar del Colegio San Patricio de la ciudad de La Paz ubicado en la zona de Sopocachi. Desde una mirada histórica abordo la memoria colectiva heredada en función del espacio como transmisor de cultura. El argumento y carácter histórico utilizado permite que el trabajo no solo se enfoque en conceptos teóricos sino también a experiencias cotidianas asociadas a diversas temáticas, por ejemplo el nazismo. Lo que se intenta en el ensayo es comprender cuales son los procesos históricos y sociales que determinan épocas y transmiten culturas, en este caso culturas escolares bajo las que nos formamos durante doce años de nuestra vida.
A modo de presentación:
Con mucha tristeza les escribo esta carta, porque el motivo me es ingrato. Después de más de 20 años de trabajo que he dedicado al Colegio San Patricio y más 60 años de entrega inenterrumpida a la educación boliviana, por problemas de salud y de orden económico, ya no puedo continuar y tengo que cerrar el establecimiento, definitivamente al final de esta gestión. A decir verdad, esta es una decisión que vengo aplazando desde el año pasado y la postergué porque tenía la esperanza de la situación mejore; sin embargo no sucedió así. Ha llegado el momento en que ya no puedo más. (Fragmento de la carta que envió Alcira Seifert, ex directora del Colegio San Patrcio a la comunidad de alumnos y exalumnos desde el barrio de Sopocachi en diciembre de 2015).
Introducción
¿Qué pasa cuando desaparece una cultura urbana?, es decir, cuando determinados factores intervienen en la pérdida de una determinada cultura, en este caso escolar, debido a la clausura definitiva de un colegio: ¿se transforma, se altera, se pierde? Hablamos de desaparición por la globalización, donde se pierden prácticas, lenguas, expresiones culturales, que afectan sobre todo a áreas rurales y pueblos indígenas, pero también hablamos de la memoria y su impacto en los grupos e individuos que la heredan.
En varios países existen políticas para recuperar o conservar culturas indígenas por el valor turístico que agrega al país de origen. También se usan estas políticas con el fin de rechazar la imposición de culturas globalizadoras, por ejemplo la lucha de varios países latinoamericanos contra el imperialismo. Pero, ¿qué pasa con las culturas urbanas?, ¿estas desaparecen de igual manera?, ¿su pérdida afecta a los sujetos, la dinámica de una zona o un barrio?
Se sabe que los lugares con mayor tradición son los que mantienen espacios y sus prácticas por más tiempo (Halbwachs, 1990). En la ciudad de La Paz estos lugares se encuentran ubicados en el casco viejo, en sus tradicionales mercados, plazas, restaurantes asociados a hábitos cotidianos de sus visitantes. En el centro paceño los espacios que ocupaban los cines han ido cambiando o desaparecido, por ejemplo tanto el Roxy como el París cumplen ahora una función distinta. La dinámica espacial ha cambiado, la memoria colectiva desaparece y se traslada a nuevos espacios.
Aunque es interesante pensar que existen grupos con mayor poder adquisitivo que se resisten a perder su espacio, debido al arraigo que tienen hacia el mismo (Halbwachs, 1990). En el caso de La paz las familias de clases altas convirtieron a la zona sur en un espacio selecto asociado a diversos factores como clima, espacio, acceso a servicios básicos, etc. Lugares memorables permiten que un espacio adquiera importancia y relevancia para el sujeto y el individuo (Halbwachs, 1990). Asimismo, los espacios están asociados a un estado emocional individual o colectivo.
Dentro de una ciudad, los distintos barrios, y dentro de un barrio, las distintas casas, tienen un, lugar fijo y están tan pegados al suelo como los árboles y las rocas a una colina o una meseta. El grupo urbano como grupo no tiene la sensación de cambiar mientras el aspecto de las calles y los edificios sigue siendo idéntico y hay pocas formaciones sociales a la vez estables y más seguras de durar. (Halbwachs, 1969:134)
¿El sujeto adquiere cierto cariño al espacio?, se pierde la interacción en el espacio?, ¿los recuerdos se olvidan por la pérdida de interacción? Particularmente en este ensayo quiero enfocarme en tres puntos de análisis a partir de las preguntas planteadas. Memoria colectiva, espacio y cultura escolar. Como unidad de análisis tengo al Instituto de Educación Integral San Patricio de la ciudad de La Paz. Si bien no fue un colegio demasiado conocido , fue una institución que dejó huella desde la zona de Sopocachi a través del espacio que ocupaba, heredado del Colegio Alemán, y su directora. En todo caso, este texto es una especie de homenaje que intenté hacer a la institución que me educó y acogió desde mi llegada a La Paz.
El ensayo tendrá cuatro puntos de análisis: el primero narrará la historia del colegio para contextualizar la unidad de estudio; el segundo abordará el tema de espacio y memoria colectiva; en el tercer acápite me adentraré en el tema de la cultura escolar; y finalmente, después de haber pasado por mirada histórica y por una reflexión comparativa, analizaré la influencia del Colegio Alemán en el San Patricio. El análisis estará relacionado a la mitificación del espacio, como resultado de la pérdida del mismo. Además reflexionaré sobre la relación que existe entre el la pérdida de espacio y la cultura escolar como parte de una cultura urbana; es decir aquella que puede perderse a partir del espacio y cómo puede afectar a los sujetos, a la dinámica urbana y social.
Las páginas que presento a continuación son parte de un periodo de observación y participación de dos años (2012-2013) en diferentes momentos dentro del Instituto de Educación Integral San Patricio. Durante mi investigación observé e interactué con espacios, objetos, niños, adolescentes, adultos. Este mundo al que volvía a entrar no era un mundo estático sino más bien dinámico, lleno de experiencias ilimitadas construidas por un proceso creador llamado escuela al cual retornaba luego de muchos años.[1]
El ex Alemán
Una de las calles de la bohemia Sopocachi lleva el nombre del abogado, historiador, poeta y novelista, Agustín Aspiazu. Esta calle es una de más reconocidas pero poco transitadas de la ciudad; al igual que con la calles aledañas Rosendo Gutiérrez y Belisario Salinas, que por cierto fueron contemporáneos y amigos de Aspiazu. Entre las calles Ecuador y Jacino Benavente, se encuentra una estructura color crema y blanco, en la fachada del segundo piso sobre la puerta principal, aún se puede leer con letras doradas “Instituto de Educación Integral San Patricio”.
La edificación es considerada, por sus características constructivas y arquitectónicas, una de las primeras en estilo racionalista, con patrones del diseño vanguardista, desarrollado en la primera mitad del siglo XX por la Bauhaus. En ese estilo destaca la valorización del volumen puro, el uso de formas geométricas y líneas simples que buscan la relación proporcional entre espacio y movimiento. La composición volumétrica del inmueble, de cuatro niveles, basa su conformación en la superposición armónica de volúmenes de planta recta, lo que se ve reflejado en la sucesión de cuerpos en la fachada. (Gobierno Municipal de La Paz, 2014)
Este espacio fue ocupado por el colegio San Patricio hasta el año 2015 en que se cerraron las puertas del establecimiento educativo debido a problemas económicos y de salud, la directora, Alcira Seifert. Pero, ¿cómo fue que en este espacio el Colegio San Patricio logró establecerse?
La historia es más o menos así. La comunidad alemana en Bolivia mediante centros educativos en las principales capitales del país intentó brindar un tipo de educación basada en principios pedagógicos netamente alemanes, pero a medida que pasó el tiempo estas unidades educativas se adaptaron a la normativa oficial boliviana para impartir una educación desde una mirada bicultural. El año 1922 la organización de la Corporación del Centro Escolar Alemán con el fin de crear un espacio donde la colonia alemana pueda desenvolverse, comienza con la iniciativa del Colegio Alemán, el cual, en enero de 1923, inicia con su primera gestión académica con alumnos en su mayoría de origen alemán.
El Colegio Alemán desde su fundación pasó por varios espacios, incialmente en la Av. Arce, después se mudó a la avenida 6 de Agosto, actual Kindergarten “Beata Plácida”. En 1938 debido a la gran cantidad de alumnos alemanes y bolivianos que optaban por el colegio para iniciar su formación educativa “se decidió construir una nueva infraestructura con la ayuda financiera del Reich” (Gobierno Municipal de La Paz, 2014). Fue así que en 1941 el Colegio Alemán inició sus actividades en la nueva edificación ubicada en la calle Aspiazu. Ese mismo año Bolivia, bajo el gobierno de Peñaranda, tomó partido por los aliados obligando a las autoridades educativas alemanas a cambiar el nombre al colegio por “Mariscal Braun”. Este cambio fue debido a las críticas que varios sectores sociales hacían al colegio por tener un aparente tinte nazi. Sin embargo, pese a que el colegio cambió de nombre aún continuaban llamándolo Alemán.
La institución educativa en su estancia en Sopocachi adquirió prestigio convirtiéndose en un importante centro educativo generador de una tradición sobre un capital cultural que se heredaría y reproduciría en varias generaciones. El modelo educativo que impartía creó una mayor demanda en la escolarización y también en el desarrollo de espacios que se pretendía lograr en el colegio, fue así que tuvieron que trasladarse a un nuevo espacio. En 1965 hicieron la compra de 20.000 metros cuadrados en la zona sur de La Paz, específicamente Achumani. En 1991 dejaron el centro paceño para trasladarse a la zona sur.
El espacio sopocachense quedó libre y Alcira Seifert lo compró para establecer un nuevo colegio, el Instituto Integral de Educación San Patricio. Fundado el 17 en marzo de 1992, este colegio se estableció bajo la memoria espacial y colectiva que dejó el Colegio Alemán, creando ciertas expectativas en función a la educación que intentaba implementar. La exdirectora y fundadora del colegio junto con su método ecléctico[2] e innovador, por lo menos para su época, trataron de dar una distinta identidad al colegio[3].
La etiqueta bajo la cual el colegio se instituía era “ex Alemán”, nomenclatura que otorgó cierto prestigio al San Patricio desde su fundación. Ser un espacio acoplado a la memoria colectiva de la sociedad paceña como el Colegio Alemán, sumado a que este se trasladó a una zona lejana para mucha gente que vivía en el centro paceño, fueron dos aspectos que permitieron que el San Patricio heredara el espacio y la tradición en función de una memoria colectiva y generacional, otorgándole una imagen de excelencia en sus primeros años. Además, la directora tuvo un peso importante respecto al capital social que adquirió el colegio a lo largo de su labor como profesora en proyectos individuales e internacionales, por ejemplo, con la UNESCO.
Familias y alumnos en los primeros años del colegio, atraídos por la huella que generó el Colegio Alemán, respaldaron el reputación que tenía el colegio creando una fuerte demanda[4], por lo que la directora tuvo que llegar a implementar mecanismos de admisión selectivos [5]. Al pasar los años, debido al cambio urbano en la ciudad, los colegios de mayor prestigio al igual que familias con mayor poder adquisitivo se mudaron a la zona sur. Familias que antes optaron por el San Patricio, prefirieron cambiar a sus hijos a otros colegios o enviarlos fuera del país. Además que los métodos de enseñanza, implementados en su momento por la directora, fueron tildados de anticuados.
Fue así que en 1996 el San Patricio perdió parte del inmueble por la disminución de estudiantes matriculados. Poco tiempo después la imagen del colegio cambiaría, pasó a ser una institución educativa receptora de alumnos que habían perdido el año o habían sido expulsados de otros colegios, con el fin de ganar alumnado. Uno de los casos fue el mío, después de perder el año en el Instituto Americano mis padres decidieron cambiarme al San Patricio bajo un criterio que había sido reproducido por varias generaciones, y aún en el año 2004 se mantenía. Amistades de mi mamá recomendaron el colegio porque era el ex Alemán.
Haciendo un paréntesis y revisando nuevamente estos datos, me atrevería a afirmar lo siguiente: si bien el San Patricio comenzó a aceptar alumnos reprobados o explusados de otras unidades educativas bajo la lógica de una mercantilización de la educación, la directora confiaba en que podría educar mediante la implementación de su metodología a estos sujetos que eran considerados unos descarriados por otras unidades educativas. La directora nunca perdió la intención de impartir educación bajo criterios propios de una cultura escolar, por ello parte de su plan fue aceptar a todo tipo de alumnos con el fin de poner en práctica un sistema educativo que pueda darles cierta ventaja a sus estudiantes sobre otros. Claro ejemplo de ello es que un 80{48f4aa4a27a4ae6114025bf8217e1b639d66b47ab71ecc90cf72f2f6177f68b8} de estudiantes de mi promoción actualmente están con un empleo estable, han sido reconocidos en sus respectivas carreras universitarias e incluso fueron becados para cursar posgrados en otros países. Si bien no podemos decir que todos los logros que hayan podido tener los estudiantes se lo deban al Colegio San Patricio, no tengo duda que la influencia del mismo tiene cierta responsabilidad en las vidas que actualmente llevan los individuos que pasaron por sus aulas.
Es decir, ante la escasa demanda estudiantil, decidieron aceptar estudiantes en cualquier etapa del año y de alguna manera se democratizaba el acceso a la educación. Maestros normalistas componían el grueso del personal en el colegio, lo que garantizaba por lo menos en primaria, una cultura escolar estable; aunque, los maestros interinos empezaban a ganar espacio poco a poco. Como mencioné, los normalistas seguían al pie de la letra el método impulsado por la directora lo que otorgaba identidad a la institución.
El colegio en sus 23 años de funcionamiento tuvo solo una directora y varios subdirectores, los cuales nunca pudieron acoplarse a la cultura escolar que la directora imponía. Se dio mayor énfasis a la estructura del ciclo primario por la misma razón de haber tenido un método pedagógico dirigido a estos cursos primarios, creando una cultura escolar sólida en sus inicio, aun teniendo un quiebre en secundaria.
Patricios y no plebeyos: Memoria colectiva y espacio.
El colegio San patricio se fundó en un espacio asociado a una memoria colectiva previa, la del Colegio Alemán. Heredaba una infraestructura que no muchos colegios tenían en su momento. Su normativa interna y cultura escolar se estructuró en función inicialmente del espacio y también de su ex directora. Justamente un elemento clave para entender los argumentos que expongo es el nombre del colegio, aparentemente elegido en homenaje al Santo Irlandés, ya que el aniversario del colegio se celebra el mismo día en el que se festeja la fiesta de San Patricio en el calendario católico. Pero, detrás de esa explicación se esconde otra intención, ya que “el motivo del nombre no fue por el santo, ser PATRICIO es aquella persona que sobresale en la sociedad”[6], es decir, la definición está referida a aquella clase social de la antigua Roma que tenía luchas políticas de igualdad con los plebeyos. Los patricios eran nobles y se autodenominaban descendientes de los padres de la cultura romana, adjudicándose atribuciones en el senado y en la sociedad en contra de los plebeyos que solo amplificaban el ejército, no disfrutaban de ningún derecho político y eran excluidos de la república romana[7]
Este detalle, no menor, es importante para entender cuáles fueron los criterios sobre los que el colegio funcionaba e impartía una determinada educación. Una de las quejas recurrentes hechas por los alumnos era que en las últimas gestiones admitían a cholos, y esto implicaba fuertes acciones racistas hacia estas personas, incluso el colegio en un momento dividió a los alumnos en diferentes cursos según su desempeño académico: el curso rojo era para los malos y el azul para los destacados.
Existía una especie de rechazo de los alumnos con mayor tradición en el colegio hacia nuevos alumnos, sobre todo los que llegaban de estratos bajos. Esa fue otra razón para que familias no continúen con la tradición escolar respecto a sus hijos, cambiando a los menores a otros colegios por considerar que mezclar a sus hijos con cholos no era provechoso para su educación.
Pero, ¿a qué quiero llegar?. El colegio Alemán ocupó previamente el espacio en el cual el San Patricio impartió educación, lo que implicó dejar una huella en el espacio que tuvo un impacto en los nuevos grupos que llegaron después (Halbwachs, 1968). Durante el gobierno de Peñaranda se obligó a cambiar de nombre al Colegio Alemán por creer que estaban a favor del Reich y sus políticas; es más, durante el cambio de nombre se obligó al colegio a destruir piezas que hacían referencia al gobierno Nazi.
“En el salón grande, existía un cuadro grande de Hitler y al lado dos esvásticas. Después de que Bolivia tomó partido por los aliados, el cuadro y las esvásticas eran tapadas por unas cortinas para que nadie las vea, pero un día los descubrieron y les obligaron a quitarlas y las destruyeron. Según me contó la poeta, Alcira Cardona Torrico, incluso en las formaciones cívicas a los niños les hacían hacer el saludo ¡Heil Hitler!” (Tomado de la entrevista hecha al historiador Jose Roberto Arze)
Haciendo un paréntesis, debo confesar que mientras Don José Roberto Arze me contaba algunos detalles sobre sobre la destrucción de algunos objetos que el colegio escondía relacionados a Hitler y al nazismo, imaginé claramente la situación. La llegada brusca de los oficiales del Estado Boliviano en varios automóviles, descendiendo apresurados, entrando por la fuerza al colegio, derribando la puerta y entrando al salón en el cual realizábamos las horas cívicas y festejos, rasgando la cortina y destruyendo el cuadro de Hitler junto con las esvásticas. Amenazando al personal del colegio al mejor estilo de la Gestapo.
Halbwachs nos dice que los actores a lo largo de su vida se desenvuelven en espacios por periodos cortos o largos, pero siempre marcados por una temporalidad que es negociada por las colectividades e individuos. Este espacio se convierte para los individuos en un escenario familiar que no parece ser afectado por las acciones de los sujetos (1968: 134). El autor distingue precisamente estas relaciones que tienen los grupos y los elementos u objetos materiales de una ciudad, analiza a estos “objetos como una sociedad silenciosa y en cierto punto quieta” (ibíd, 1968: 131) a la cual nos adaptamos y la adaptamos según nuestras acciones en la sociedad y a lo largo de nuestra vida cotidiana.
Es justamente objeto del texto presentado, entender al grupo y al inviduo relacionado a un espacio y a una cultura urbana escolar que a largo plazo fue perdida y será, o no, reemplazada por otra. Ahora, es importante entender que la memoria individual y colectiva sobre el espacio se da a partir de individuo, ya que las pasiones individuales están insertas en el cotidiano de los actores que después se ven reflejadas en grupos, sea a partir de la unión colectiva por una pasión en común o por la unión colectiva partir de una pasión individual que se transmite al grupo.
No se puede negar que en el Colegio San Patricio existe una huella que se dejó a lo largo de las generaciones y generando cierta memoria en algunos espacios y prácticas que tenían los sujetos. Los significados que estos elementos tuvieron están relacionados con todos sus actores, por ejemplo el hecho que un individuo o grupo pueda estar apegado a un espacio connota ciertos recuerdos que tenga ese estudiante o grupo con los amigos con los que se interactuó en ese entorno (Halbwachs, 1968: 132).
Para cerrar este acápite y para entender mejor la idea planteada, retornaré el tema propuesto en párrafos anteriores, la herencia alemana que tuvo el San Patricio a partir del espacio y sus prácticas. Es indiscutible que si bien el colegio tuvo influencia por parte de su directora mediante una metodología innovadora en la educación que impartía, socialmente conservaba una herencia racista derivada de ciertos dogmas que se reproducieron mediante la transmisión de valores, ideologías y prácticas, heredadas y no enseñadas de una anterior tradición.
En el San Patricio, la normativa interna o cultura escolar propia se construyó a partir de la consigna de formar gente que sobresalga en la sociedad relacionada a la idea de los patricios romanos, es decir un estrato social privilegiado asociado a un rol destacado desde el lado académico. Pero, además de esto existía un tema racial que resaltaba en la cultura escolar del colegio en sus primeros años, claro ejemplo es este testimonio de una de las profesoras con más antigüedad.
La señora Alcira quería calidad en el colegio, los varones y mujeres tenían doble uniforme, elegante a morir porque (la directora) quizo darle ese nivel, económicamente (también se hizo una selección), al ser nuevo (alumno) tenía que tener un nivel de categoría, nivel medio de clase media con una pensión de acuerdo a su nivel (…) en las últimas reuniones de ex alumnos yo veía a las chicas (de las primeras promociones) y decía ¡wow, que hermoso elemento tenía el colegio!. Sin ser discriminadora, sin ser racista, me entiendes, pero cambió el elemento a las últimas promociones. (Tomado de la entrevista realizada a una profesora el año 2013)[8]
Como menciona la profesora, el colegio asociaba calidad y prestigio no solo al tipo de educación que impartiría sino también al tipo de inviduos que serían educados en el San Patricio; clase social y razgos físicos determinados eran las condiciones para ser aceptado. Este ideal era heredado del Colegio Alemán que venía de consolidarse como una institución educativa de prestigio, que si bien aceptaba también a bolivianos, estos pasaban por criterios de selección específicos.
Es importante apuntar nuevamente que en su momento el colegio Alemán fue acusado de ser partidario de las ideas y prácticas del Reich, profesores fueron deportados a Alemania cuando Bolivia tomo posición respecto a la guerra, el Colegio Alemán era una institución que, en su momento, impartía la ideología nazi. Edwin Möller, figura importante del MNR en la revolución del 52, relata lo siguiente en su autobiografía.
El hecho de haber estudiado en el Colegio Alemán, bajo un regimen pedagógico muy particular y con una educación, en cierto modo, ajena a la idiosincracia de la población nacional, agravada en ese periodo (1931-1940) por el hecho que todos mis años de estudio la instrucción fue influida por las teorias nazis, al extremo de reclutarnos, a los decensdientes de alemanes para ingresar a la “Hitlerjugen”, versión especial de una especie “boyscouts” alemanes. A mi promoción le toco construir el “Heim”, en el pequeño bosquecillo que existía en el Colegio Alemán, anexo al Instituto Americano, en la calle Agustín Aspiazu (Möller, 2001: 22).
El testimonio de Möller, es más que interesante y sugerente para entender cómo era el tipo de educación impartida por el Colegio Alemán durante el periodo de la guerra. Como mencioné en parrafos anteriores, si bien se obligó a eliminar cualquier rastro que exprese partidismo por Hitler, sabemos que el espacio tiene un gran impacto en los individuos y grupos. Además que en este caso, fue reforzado por un discurso ideológico como parte de la formación educativa, lo que conlleva a sugerir que sí quedó una memoria colectiva proyectada y transmitida por el espacio y pedagogía elegidos.
Ahora, si bien no podemos afirmar que antes y después de la expulsión de profesores alemanes partidarios de Reich y la destrucción de cualquier simbolo nazi hubieron prácticas racistas, tampoco se puede negar que hubo una reproducción del pensamiento y las prácticas nazis mientras el colegio funcionaba. Que la sociedad haya legitimado al San Patricio como el ex Alemán y además haya herdado su infraestructura implica una dotación de signos muy fuerte que derivó en criterios y mecanismos de admisión nada alejados de la idelogía nazi.
Perdiendo la cultura escolar
He narrado la historia del colegio San Patricio haciendo énfasis en el tema del espacio. Después, entendiendo desde una perspectiva histórica los orígenes de la unidad educativa, analicé con ejemplos concretos, en un segundo punto, la influencia del espacio a través de una memoria colectiva. Ahora, abordaré la cultura escolar relacionada a nuestro objeto de análisis.
La cultura escolar (CE) se explica a partir de un carácter hereditario de las generaciones pasadas que abarca una tonalidad propia de cada escuela a partir de sí misma (Valdivia, 2001: 15). Es decir, no todas las escuelas o colegios son análogas, cada una produce cosas distintas, crea una CE que dirige y transforma la orientación que llevará en distintas épocas, busca cierta homogenización de grupos que a su vez crean cultura dentro de un espacio. Se buscan ciertos caracteres generales agrupados en el espacio donde se desarrolla. Podríamos resumir el concepto como procesos que se marcan a lo largo de la historia, herdedaros a través de una memoria colectiva que dan una identidad particular a cada colegio, que se refleja en la experiencia escolar acumulada y cotidiana que viven los actores en distintas épocas.
La CE se forma en la cultura arbitraria impuesta (Bourdieu, 2009); me refiero a aquella cultura dominante que se hace ver como una cultura legítima pero que en realidad es arbitraria y de carácter colonizador. Entonces, “no es más que un subproducto de esta cultura social que influye en la formación integral y desarrollo armónico de la personalidad” (Roca, 2001: 85). Es así que un colegio puede tomar de la cultura arbitraria o social, como lo denomina Basili, elementos que crea dignos de reproducir, es decir, tomar lo más valioso de la cultura arbitraria o social y resistir a los valores negativos a los que estén expuestos los individuos (Basili, 2001:42).
El San Patricio al igual que el Colegio Alemán, tenía una cultura laica, asociada de manera directa a los valores de la cultura arbitraria y social [9]. Los cambios que se pueden hacer en una CE se explican en una serie de transformaciones y nuevos enfoques que se pueden dar a los materiales educativos (Roca, 2000: 88,89), en las normativas internas que reflejan la tonalidad interna de cada escuela y en el accionar del sistema educativo que junto con la familia y la realidad cotidiana en general, exponen de cierta manera la cultura arbitraria-social. Un dato que podría explicar mejor el concepto, respecto a su fraligidad o solidez, es la permanencia de directores y ciertos profesores que acompañan, se acomodan y reproducen de manera directa la cultura de la que son parte y a la que aportan cotidianamente.
La CE del Colegio San Patricio estuvo en procesos de estructuración y modificación, es decir que se ha ido construyendo en un principio en base a una heredada, el Colegio Alemán, y los mecanismos pedagógicos innovadores propuestos por la directora. Los primeros años fueron satisfactorios, pero vino la etapa donde la CE quedó estática, entrando en decadencia, ya que la misma directora entró en el juego de defender a toda costa su sistema, dejando de lado una posible actualización en cuanto a pedagogía.
La resistencia de la directora a la posibilidad de modificar la CE estática derivó en una serie de procesos que cambiaron la identidad escolar que se formaba en el colegio y sobre todo de la interpelación que tenía respecto a la sociedad. Es así que el colegio perdió el prestigio que heredó y fue desapareciendo para la sociedad paceña. Si bien la inteción de la directora cambió y comenzó a aceptar estudiantes sin ningún criterio de selección con el fin de tener alumnado y difundir su método, la mirada mercantil que adoptó el colegio desvió la visión general académica que tenía y empezó a imponer una identidad al estudiante que no se adecuaba con la cultura e identidad que el colegio había instaurado en un principio. Fue así que hubo un cambio radical en la estratificación social del colegio, pasando a ser más homogénea: de solo clase media a una introducir varias clases y grupos distintos. Lo que generó un descontento en las familias e hijos que tenían una tradición familiar en el colegio, y como consecuencia comenzaron las actitudes racistas y discriminadoras.
Espacio, memoria y mito
Actualmente el colegio San Patricio fue cerrado por problemas económicos. ¿Qué pasa con la memoria colectiva de los sujetos involucrados?, ¿se pierde, se altera, se mitifica?, ¿existen cambios en la dinámica urbana del lugar?, ¿qué pasa con la cultura escolar heredada? Más allá de la existencia de políticas de prevención para la conservación de culturas indígenas, patrimonio cultural, ¿qué pasó con la cultura escolar que se reprodujo durante más de dos decadas desde la calle Aspiazu?
Si bien los sujetos se adaptan a nuevas situaciones y cotidianidades, ¿cuáles son las consecuencias de la pérdida del espacio? Como dice Halbwachs, si bien en la sociedad existen problemas sociales, políticos y económicos, los espacios físicos se mantienen ahí y pasan desapercibidos ante nuestros ojos como si nunca cambiaran (Halbwachs, 1990). La cultura urbana ortorga al sujeto algo (edificios, casas, plazas, parques), que si bien son construidos por hombres, estos espacios fisicos los superan cobrando mayor relevancia que la pérdida de un individuo. Cada espacio le da al hombre su razón de ser como invidiuo y como grupo social. Todo espacio es estratégico para el individuo, mercados, plazas, centros comerciales, parques, restaurantes; hasta para el pobre el espacio es funcional, como los lugares estratégicos para pedir dinero (Halbwachs, 1990).
Pero, es importante entender que dentro de cada infraestructura sea cual sea su función en la sociedad, se genera una cultura propia del lugar donde los sujetos actúan e interactuan de una determinada manera. En nuestro caso, San Patricio existía una cultura escolar propia derivada de factores mencionados anteriormente. Los espacios cotidianos con una cultura propia dejan huella en la vida del sujeto o del grupo en un determinado barrio o zona. Y a su vez generan percepciones y acciones distintas en los individuos y sus dinámicas; por ejemplo, mientras el colegio San Patricio estaba en funcionamiento la calle Aspiazu, la Ecuador estaba en constante interacción con individuos y grupos, padres de familia que recogían a sus hijos, los aniversarios del colegio, carnavales, fiestas, etc. Ese hecho generaba dinámicas particulares que ahora se han perdido, quedando un espacio vacío. Incluso los taxistas ya no ven llamativa esa parte de la zona para conseguir pasajeros. Habría que indagar cual es la percepción de los vecinos de la zona ahora que el colegio ya no existe, incluyendo la queja general en los últimos años de parte de los vecinos sobre estudiantes del colegio tildándolos de borrachos y drogadictos.
Sin embargo, está el hecho de que la cultura escolar propia del San Patricio ya no será reproducida o transmitida por una memoria generacional. Si bien el espacio sigue y los individuos que lo ocuparon continúan y recuerdan su primera clase, recreo, alegrías, tristezas, etc. esta memoria desaparecerá en cuanto la última generación de sujetos que transitó por el espacio muera, lo cual dará paso a una mitificación del espacio que va de la mano de una recreación y al mismo tiempo de una pérdida, no total, de la memoria individual y colectiva. Es decir, se creará una especie de mito que de alguna manera generará tradición en el espacio, pero no así en las prácticas que transmitía, por que la cultura como tal se perderá. Este mito funciona como un ordenador simbólico de la realidad (Ginzburg, 1999), que de alguna manera estructura un todo general que ya conocemos.
Ahora queda la posibilidad de que los actores a través de la memoria colectiva de los sujetos que transitaron por el colegio San Patricio, en otro espacio o en el mismo, aprendan, comprendan y actuen a través de un posible mito oral y visual. Oral porque tendrán relatos de cómo antes otros grupos usaban y modificaban los espacios, en este caso del colegio. Visual porque a lo largo de su experiencia escolar pudieron ver cómo se desenvolvían distintos actores en los espacios de acuerdo a ciertas características particulares de una cultura escolar.
Durante el mes de diciembre del año 2015, mediante chats de whatsapp, grupos de facebook, medios de comunicación, ex alumnos y padres de familia del Instituto de Educación Integral San Patricio, hacian vigilia en las puertas del colegio con el fin de buscar una solución para que no cierre sus puertas, lamentablemente sus esfuerzos no lograron que el colegio permanezca abierto. Los grupos siempre ponen objeción a su espacio físico sobre el cual han construido memoria, prácticas y trayectorias (Halbwachs, 1990). Actualmente se elabora la memoria escrita del colegio a cargo de una exprofesora, quién tomo la iniciativa con el fin de que “nuestro San Patricio deje su Huella en la sociedad Paceña y Boliviana.” [10]
[1] Es importante mencionar que este tema ya lo habia abordado previamente en la tesis de licenciatura, la cual por su caracter exploratorio dejó muchos pendientes para ser analizados, reflexionados e investigados a largo plazo. Por ello el periodo de observación corresponde a la investigación hecha par la tesis.
[2] El método ecléctico es un método educativo que se utiliza para aprender y a escribir en los cursos de primaria. La directora del colegio San Patricio “ha elaborado el Método Ecléctico Boliviano para la enseñanza – aprendizaje de la Lectura y Escritura” como expresó un miembro del espacio Simón I. Patiño en el homenaje a la señora Alcira Seifert el año 2012. Este método creado o recreado por la directora ha sido difundido y utilizado en varios colegios del país. Asimismo ha sido aplicado mediante la editorial Marcelino que es propiedad de la señora Alcira Seifert. Está representado en una serie de textos educativos que se llevaban durante toda primaria en el San Patricio.
[3] Además la directora ya venía con experiencias anteriores de otros colegios que había fundado. En una entrevista que le hicieron para el periódico Página 7 publicado el 27 de enero del 2013, la directora contó que su primer colegio fue improvisado en una casa con 60 alumnos inscritos.
[4] Los paralelos llegaron a tener siete estudiantes por curso.
[5] Importaba mucho el capital social y cultural de los alumnos que deseaban ingresar al San Patricio.
[6] Tomado de la entrevista a la profesora de inglés Tatiana Calasich, realizada el año 2013. Es profesora del colegio desde 1999 y amiga de la directora desde que se fundó el colegio. También organiza todas las actividades que realiza el colegio horas cívicas, desfiles, etc.
[7] Tomado de un artículo de la página web del National Geographic el día 8/09/13.
[8] Respecto a la cita, es importante aclarar que no tildo ni a la directora y los profesores de discriminadores o racistas, simplemente expongo la idea central con la que se fundó el colegio.
[9] Cuando digo de manera directa me refiero a que el colegio San Patricio reproduce en su cultura escolar y se interconecta con la misma a los valores de la cultura arbitraria, es decir que el colegio San Patricio se asocia mucho más a los valores vigentes de la actual sociedad en el hecho mismo de que su cultura escolar está basada tanto en valores negativos como en positivos de la sociedad sin la posibilidad de tener un filtro propio que seleccione la apropiación de ciertos valores.
[10] Frase citada por la ex profesora en el grupo de Facebook “Ex alumnos del Instituto de Educación Integral San Patricio”.
BIBLIOGRAFÍA
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2009 “La Reproducción”. México: Fontanarama.
BASILI, Francisco
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GINZBURG, Carlos.
“Mitos, Emblemas, Indicios. Morfología e Historia”. Barcelona: Gedisa.
GOBIERNO AUTÓNOMO MUNICIPAL DE LA PAZ
2014 “Aporte Alemán en la historia de la ciudad de La Paz”. La Paz: GAMLP. http://www.bivica.org/upload/aporte-aleman-historia.pdf, 20/03/2017
HALBWACHS, Maurice.
2004 “La memoria colectiva”. Zaragoza: Prensas Universitarias Zaragosa.
1990 “Espacio y memoria colectiva”. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas,
vol. III, número 009 Universidad de Colima, pp. 11-40. Colima, México
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Fotografías: Fotos antigüas LaPaz, #1, #2, #3 Johannes Lein, #4 y #5
(*) Javier Andrés Claros Chavarría, Sociólogo, boliviano, Licenciado, andresclarosch@gmail.com,
Responsable de Convocatorias en el Centro de Investigaciones Sociales de la Vicepresidencia (CIS), La Paz, Bolivia.
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